Longplayer, una composición musical de 1.000 años
Un instrumento controlado en gran parte por ordenadores y formado por 234 cuencos tibetanos toca una melodía desde 1999 y lo hará hasta 2999 sin interrupciones
1.000 años de composición musical sin interrupciones - Longplayer es una composición musical que, a través de un instrumento formado por 234 cuencos tibetanos y controlado en gran parte por ordenadores, tocará ininterrumpidamente durante un milenio
Carles Villalonga | Sigue a este autor en Twitter
Barcelona
Barcelona. (Redacción).- La búsqueda de lo permanente en el tiempo es una utopía imaginada por el ser humano, sobre todo en una era contemporánea marcada por la escasez de certezas y de solidez. Muchos inventores, como Villard de Honnecor o Robert Boyle, han ideado a lo largo de la historia los planos de una máquina de movimiento perpetuo, sin que ésta viera nunca la luz. Los alquimistas también soñaron durante largos años con la posibilidad de alcanzar la fórmula de la vida eterna a través del elixir de la vida, sin éxito aparente por el momento.
Uno de los últimos intentos es Longplayer, una composición musical creada con un instrumento que lleva más de 13 años, 150 días, 18 horas, 31 minutos sonando ininterrumpudamente y sin repeticiones. Este artefacto, creado por el compositor Jem Finer y por la organización artística británica Artangel, empezó su andadura musical el 31 de diciembre de 1999 e interpretará una melodía original de forma continua hasta 2999. De esta forma, un solo instrumento, formado por 234 cuencos tibetanos de distinto tamaño y controlado en gran parte por ordenadores, tocará una composición musical que durará 1000 años. Cuando llegue el 31 de diciembre de 2999, Longplayer volverá a sonar desde el principio.
Jem Finer tuvo la idea de crear Longplayer a mediados de los 90 y con la vista puesta en el cambio de milenio. Según su punto de vista, “su concepción no tiene un carácter musical, sino temporal”. Con esta composición, el artista pretende analizar “la experiencia y la comprensión del tiempo desde perspectivas filosóficas, físicas y cosmológicas”. “El tiempo siempre me ha parecido desconcertante por la fugacidad de su paso, en el que la vida humana se reduce a un mero bache”, destaca Finer. Alentado por esa curiosidad, el compositor ideó un instrumento que tocara durante 1000 años para poder no sólo “crear tiempo”, sino “para plantear preguntas sobre la música, el sonido, la composición y la duración”.
Situado en el Trinity Buoy Wharf de Londres, Longplayer puede ser interpretada por seres humanos y por ordenadores. El instrumento que la hace sonar, gestionado ahora por Longplayer Trust, fue diseñado para ser adaptable ante los futuros cambios de su entorno tecnológico y social y para poder convertirse, a largo plazo, en una institución autosuficiente.
Longplayer Trust
Esta composición de 1000 años basa su existencia y su continuidad en un principio muy básico pero muy complejo: la comunicación entre generaciones. La supervivencia de este titánico objetivo se ha puesto en manos de Longplayer Trust, un linaje de custodios o ‘guardianes’ que tienen la responsabilidad de investigar y poner en práctica estrategias para adaptar el instrumento al paso del tiempo. De esta manera, este grupo de ‘privilegiados’ deberá plantearse cómo hacer para que siga sonando la melodía, buscando soluciones a problemas futuros.
Esta composición de 1000 años basa su existencia y su continuidad en un principio muy básico pero muy complejo: la comunicación entre generaciones. La supervivencia de este titánico objetivo se ha puesto en manos de Longplayer Trust, un linaje de custodios o ‘guardianes’ que tienen la responsabilidad de investigar y poner en práctica estrategias para adaptar el instrumento al paso del tiempo. De esta manera, este grupo de ‘privilegiados’ deberá plantearse cómo hacer para que siga sonando la melodía, buscando soluciones a problemas futuros.
Reproducida en la página web del proyecto y en decenas de ‘sites’ de todo el mundo, el sonido de todo un milenio está predeterminado de principio a fin. Sus movimientos y variaciones son calculables, pero se producen a una escala tan inmensa que es imposible predecir qué sonará en un momento dado.
La página web del proyecto, además, permite a todo el mundo dejar su huella en la ‘sinfonía del milenio’. Para hacerlo, sólo hace falta disponer de entre 50 y 1.000 libras (entre 58,5 y 1.170 euros) para elegir entre los seis tamaños de cuenco tibetano disponibles. Quien quiera participar, deberá escoger en cuál de entre los distintos tamaños quiere dejar su marca personal. La opción de introducir un grano de arena en tamaño proyecto ha generado tal interés que todos los cuencos tibetanos de menor tamaño ya han sido vendidos. Con esta opción, los gestores de este proyecto han logrado encontrar un método para financiar los costes y perpetuar así una melodía que podría sobrevivirnos a todos.
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