martes, 5 de febrero de 2013

De nuevo Teresa Guardiola.


CUANDO LA EDAD ES UN PLUS (10)
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Maria Teresa Guardiola, 93 años: "No arrastre los problemas"

Especializada en Medicina Natural, sigue atendiendo a pacientes en su consulta diaria y escribiendo libros | Tras el éxito de su teoría sobre los "cajones psicológicos", han plagiado algunos de sus trabajos | Tras décadas en Venezuela y EE.UU., volvió a Barcelona en 1965 y organizó departamentos del hospital del Mar

Vida | 04/02/2013 - 00:00h
Maria Teresa Guardiola, 93 años:
Maria Teresa Guardiola, especializada en Medicina Natural Laura Guerrero
Núria Escur
Barcelona
Cuando una señora de 93 años te da cita un sábado ¡antes de las ocho de la mañana! no puedes decirle que no. Cuando, además, esa mujer carismática lleva a cuestas una historia increíble y todavía está en activo, recibiendo pacientes en una consulta donde "ya no puedo dar ni una hora más", entonces la cita se convierte en una sabrosa fuente de incógnitas. ¿Cómo aguanta ese ritmo a su edad? "Porque separo muy bien los tiempos; cuando estoy en una actividad desconecto del resto. El secreto es ese: no arrastre los problemas, no los lleve con usted todo el día, aprenda a aparcarlos". ¿Por qué no se jubiló? "Sentía que tenía una responsabilidad con mis pacientes, mientras me reclamen no voy a dejarlos solos..."

Fue una niña curiosa y espectacularmente lista. "Tenía una memoria de elefante, eso sí". Nacida en 1919, a sus 16 años su padre tuvo que firmar un permiso para que la niña estudiara más allá de lo que le correspondía por edad. "Estudié Medicina en Barcelona en época de guerra y entré como interna en el hospital Clínic. Entonces, si tenías capacidad para hacer dos cursos en uno, te dejaban". Hizo la carrera ¡en 3 años y medio!

"Pero se instaló el Generalísimo y consideró que aquello eran estudios rojos. Los anuló. Me dieron la oportunidad de revalidar". La doctora Guardiola ha aprendido a convertir los malos recuerdos en plácidas anécdotas y por eso mientras confiesa que aquello fue "el primer golpe fuerte de mi vida", esboza una sonrisa socarrona. "Andaba yo hundida cuando uno de mis mentores me dijo: pues haz obstetricia". A ella no le gustaba eso para nada, ella quería ser cirujana. "Pero ya ve, hija, me tocó hacer partos..."

Maria Teresa se levanta cada día a las seis de la mañana, toma un zumo de naranja, dos tostadas con manteca de cacahuete ("yo era de tortilla de patatas, pero abusé") y leche de avellana. Luego se dirige a su consulta y a las 7 ya está confesando pacientes. Así durante 35 años. "Una primera visita, para que sea completa, como Dios manda, debe ocuparte una hora y media".

Se fue de Catalunya por culpa -o gracias- del amor de su vida. El chico en cuestión debía casarse, por conveniencia, con la vecina de las tierras de al lado, "pero me prefirió". "En mi casa no querían verlo ni en pintura. Ellos soñaban con que yo me casara con un médico, como mi padre... Pero yo era muy terca". Decidieron escaparse. Se casaron en secreto -"a la boda sólo asistieron mis hermanas y alguna paciente mía porque con 20 años, yo ya tenía consulta- Mi madre ni vino". Había que buscar otra tierra más prometedora, "pero todas las puertas se nos cerraban". Intentaron irse con un colectivo que quería vivir con tribus del Orinoco. Nada.

El destino quiso que Maria Teresa coincidiera con una paciente venezolana que le abrió camino hasta su país. Una vez afincada, conocería en una cena a una mujer "con la que rápidamente se estableció mucho feeling". Resultó ser la supervisora general de los hospitales de Venezuela. Otra vez la providencia. En 1948 la doctora Guardiola creaba la primera escuela de Enfermería de Tachira.

De un día para otro se convirtió en la organizadora de la sanidad pública de la región. "En el hospital Vargas me recibieron como a un ministro y yo no estaba segura de poder organizar todo aquello. Pero, ¿sabe? en la vida no hay nada que te espabile más, que te haga valiente, como la necesidad".

Llaman por teléfono. Ya no puede dar más horas de visita. Recibe pacientes de todos los rincones de Catalunya, de España, de América... "incluso tengo dos de Shangai que vienen una vez al año a visitarse". La doctora Guardiola, que en noviembre pasado todavía se bañó en Blanes, reconoce en el mar su segunda pasión. "A mi edad, algo de braza o espalda y sales nueva". Un baño energético y, para comer, una ensaladita cruda, un zumo y algo de pescado blanco -"que deja menos residuo"- porque en dietética el gran error occidental, dice, es mezclarlo todo. "¿No se dan cuenta de que eso que hacemos por Navidad, escudella i carn d'olla, es una bomba?"

¿Y su marido qué hizo en Venezuela? Jefe de mantenimiento del hospital. "Se daban situaciones surrealistas, allí dan mucho valor al sexo. Algunas chicas me decían: 'Trabajas muuucho y tu marido está soliiito, yo me he ofrecido a éeel...' ¿A usted también la perseguían? "¡Uf! Los médicos locos me invitaban a fiestas y decían: 'aunque venga con su marido ya nos perderemos por un caminito'.

A su edad todavía conduce. No le parece un despropósito. "Cojo el coche y me voy a casa a comer con mi marido y luego... una siestecita". Tras ese descanso, de vuelta a la consulta. ¿Hasta qué hora? "¡Qué pregunta! Hasta que se acaba el trabajo, no sé, las 8, las 9...". Vuelta a casa y desconexión. "Entonces cierro el cajón de problemas. ¡Es la hora de mi marido, le dedico a él la cena, la palabra, la noche! No pienso en nada más. La fórmula de durar en pareja es mucho cariño y no dar demasiadas explicaciones".

Han intentado robarle su teoría de los cajones psicológicos, esa que te obliga a respirar hondo ante un conflicto y abrir o cerrar convenientemente cada pensamiento. "Cuando cierres uno de esos cajones de problemas ya no lo abras hasta el día siguiente porque ningún problema se resuelve de noche, dando vueltas en la cama". También han plagiado sus libros, "algo infame".

Tras seguir su formación en el White Memorial Hospital de Los Ángeles, en 1961 pasó a ser su responsable de Higiene y Nutrición. "Tuve un accidente brutal, caí por un barranco y -tras un coma- pude quedarme en silla de ruedas, pero el poder mental es definitivo. Lo veo cada día: el que quiere salir del hoyo, sale". De vuelta a España fue responsable del departamento de Ginecología y Obstetricia del hospital del Mar de Barcelona. "Hoy se agobian con nada. ¿Crisis? Crisis fue la guerra ¡y salimos adelante! ¿Que tenías que hacer tres horas de cola para un pan? Pues aprendías a hacer ganchillo para aprovechar la espera".

Se define como abuela fantasma y madre fantasma "porque trabajé muchas horas, pero sé que ellos valoran mis razones. Los he querido mucho y, si me necesitan, saben que allí estoy". Hace un par de meses salió su último libro (en Cel i Terra, passeig Sant Joan, 30), "Los hago porque un día me voy a ir".
Morirse sólo es irse de viaje a otro país

No teme morir. Le brillan los ojos, hermosos y en paz, mientras lo dice. "Morirse sólo es irse de viaje a otro país. ¿Miedo de qué? ¿Sabe usted qué le ocurrirá esta noche? Igual no despierta. Lo que tengamos que afrontar ya lo haremos cuando llegue el momento, pero antes no se apure. Por eso a un paciente terminal lo cuido, lo mimo, pero ya no le hago más pruebas estresantes e innecesarias". Creyente pero no practicante, la doctora Guardiola reconoce que aunque no quiere claudicar en su actividad, cuando al final del día -tras su sopita de tomillo- se mete en la cama, siempre piensa: "¡Al inventor de este trasto habría que hacerle un monumento!".


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